Continuamos con los trabajos del 2208. Felicidades.
El Rescate
Diego Iván Peña
Un día cualquiera, una familia de la Ciudad de México salió a tomar el desayuno a muy temprana hora. Tras terminar satisfechos se retiraron con la sospecha de que alguien los estaba siguiendo.
Mientras iban caminando, de una camioneta negra bajaron cuatro individuos. Martha y Juan, asustados, corrieron atrás de Sofía y Julián sus padres, los cuales estaban nerviosos y sin ninguna explicación de lo que estaba pasando.
Rápidamente, los cuatros maleantes subieron a Julián a la camioneta, con tal saña que lograron desmayarlo con un golpe en la nuca.
La familia gritaba desesperada y Sofía, rompiendo en llanto por la impotencia de no poder hacer nada corrió tras el automóvil. Antes de irse, los secuestradores le aventaron a la cara un sobre, el cual abrió con la esperanza de que le diera una pista de lo que pasó; la nota decía:
“Si quieres volver a ver a tu esposo te esperamos en la calle de San Pedro no. 56, con la cantidad de $10,000 pesos, en caso de que no estés a las 4:00 p.m. tu esposo pasará a mejor vida”.
Sin otra alternativa, se dirigió al banco para retirar el dinero con la convicción de rescatar a su esposo.
Llegó la hora prevista. Sofía, muy nerviosa y con lágrimas en los ojos, tocó la puerta del domicilio que le había sido indicado.
─ ¡Qué puntual eres! ─ dijo el secuestrador con una sonrisa escalofriante.
─ Aquí está su pago, libere a mi esposo por favor, eso acordamos ─, mientras, el secuestrador contaba el dinero con ambición, pero de pronto se detuvo y con enojo contestó:
─ Esta no es la cantidad que acordamos ─
─ ¿De verdad?─ Sofía, sorprendida, comenzó a contarlo apresuradamente.
─ Sí, tiene razón, conté mal, permítame un momento, voy por el resto del dinero ─ dijo nerviosa y con rostro empapado en sudor.
─ No, no se apure, déjelo así ─ contestó el secuestrador con cara de alegría y con una expresión de quien estuviera tramando algo ─ No tiene importancia ─ recalcó.
─ ¿Qué dice?, claro que tiene importancia ─ dijo Sofía, pensando que si no le entregaba lo que acordaron le pasaría algo a Julián ─ le voy a dar lo que acordamos ─ contestó.
De pronto, Sofía vio una sombra acercarse atrás de ella, misma que pareció susurrarle al oído ─ No hace falta ─
Ella inmediatamente identificó la voz de Julián, quien con arma en mano, le dijo:
─ Gracias por demostrar lo importante que soy para ti, pero a mi solo me importa el jugoso seguro de vida que cobraré después de que esto acabe, y el funeral correrá a mi cuenta ─.