Entre Sueños y Montañas...
Algo que disfruto mucho es viajar y conocer otras formas de vida. Darme cuenta que la grandeza del ser humano no reside en cuánto puede destruir sino en cuánto puede crear y recrear basado en el respeto y en el reconocimiento de su espacio y tiempo.
De las lecciones más grandes que he recibido en la vida están las que he vivido en los pueblos indígenas en los que me han permitido entrar. Me refiero entrar porque no sólo he sido un turista, sino un participante (que no parte de) en su dinámica. Agradezco a estas grandes personas la entrada a su vida y agradezco que ellos hayan entrado a mi corazón.
Otra de las lecciones las he recibido de mis alumnos. Muchos de ellos con gran espíritu y que abrazan a la vida con orgullo. Que están en la búsqueda constante que no se conforman con lo que hay sólo frente a su nariz y lo que se les ofrece de primera mano.
Más de las cosas que disfruto es el colaborar con otras personas. En esta ocasión, les presento un escrito que me fue dado por uno de mis alumnos para ser “revisado”, pero que no hizo más que motivarme a pedirle permiso para publicarlo junto a estas fotografías que tomé hace ya algunos años cuando hacía mi trabajo de tesis en la Sierra Indígena Mixe de Oaxaca. ¿El nombre del autor? Ezequiel, estudiante de Voca 6.
Este post va dedicado a todos ellos y todas ellas. Quienes día a día me hacen sonreír en clases, que me (y que se) sorprenden, que ponen su puño en alto para labrar un mejor país.
Sin más preámbulo, leamos lo que del corazón de Ezequiel brotó, espero que las fotografías le hagan justicia a tan sentido escrito. Gracias a él por prestarme estas letras.
Texto: Ezequiel González Román.
Fotografía: L. Sarai
Oídos llenos de promesas, ojos llenos de injusticias y bocas enmudecidas por la represión ajena. Son el rostro de los indígenas, despojados de sus sueños y aislados de la hipocresía urbana, sinónimo, para algunos, de irracionalidad humana.
Son pocos los sueños de los indígenas, pues, es el propio sistema quien se encarga de aislarlos en un rincón y predicar promesas que se pierden en el olvido dejando la huella imborrable de esperanza.
Olvidados en un presente incierto, en la densa niebla de las montañas frías, solo cobijados por la esperanza de un futuro mejor cuyo único refugio, verdaderamente suyo, de riqueza natural inimaginable, son testigos de una pobreza ignorada.
Aislamiento, espejismo de la lengua, mundo externo que olvida que en una mancha de nuestro idioma se pronuncian dialectos, símbolo invaluable de nuestra diversidad cultural.
Ellos, cuyo tesoro es el pasado, que cuentan sus historias en las montañas, las mismas de donde bajan aquellas personas tan comunes, grandes en espíritu, con una sonrisa fría que es confundida por el gobierno.
Muchos de ellos han muerto defendiendo sus derechos, sus necesidades.
Por ellos y muchos mas tiene sentido retomar la ideología, los gritos perdidos de personajes como Zapata o el Che, todos ellos sinónimo de justicia, libertad, igualdad, educación, tierra... hoy, ¿Quién oye esas voces?, ¿Quién las toma enserio?
Dueños de su pasado, enclavados en él, viviendo un presente en el olvido y ajenos de un futuro... eso, si aun sueñan con un futuro.
A todos los indígenas de México...